miércoles, 29 de enero de 2014

La creatividad en la minusvalía


Hace unos años tuve el privilegio de ser testigo de cómo tres maestros de taller hicieron posible una mirada distinta hacia los minusválidos psíquicos, sobre todo para muchas personas que los consideraban simples aprendices de conductas más o menos fáciles y repetitivas. Lo que descubrimos entonces fue cómo esos sujetos podían dar muestra de una creatividad que se creía vedada para ellos.
Me acuerdo ahora porque ha retornado a mi memoria uno de ellos, José Luis Martínez, que nos abandonó demasiado pronto, como lo hizo también Mari Paz Jiménez, la psicóloga de otro taller de minusválidos psíquicos que mejor entendía y atendía a esos sujetos, y con la que compartí reflexiones sobre ellos, y amistad. Los otros dos maestros de taller eran José Manuel Pascual y José Ignacio Muzas.
El trabajo de esos tres profesionales permitió realizar entonces una exposición en el Museo del Ferrocarril de Madrid, "Un tren para todos", que supuso un punto de inflexión en la vida de los minusválidos psíquicos del taller APANSA-TOB de Alcorcón en el que trabajábamos.
Con aquella exposición todos los minusválidos psíquicos de nuestro taller pudieron reconocerse a sí mismos como sujetos, porque hicieron brotar obras de su mundo interior y porque pudieron mirarse en el espejo del reconocimiento social que supuso la exposición, divulgación, valoración y compra de sus obras. Ese reconocimiento del Otro social retornó a ellos con un efecto de recreación: descubrieron que podían hacerse más a sí mismos y enfrentarse a los demás desde una subjetividad conquistada a través de su acto creativo.
Para sus familias, la exposición tanto de la obra como de sus hijos mismos ante los medios de comunicación, ante los visitantes del Museo y ante los niños a los que enseñaron parte del proceso de creación de su trabajo, supuso un cambio en la percepción que tenían de ellos. La fe en sus capacidades, en sus posibilidades para ofrecerles algo nuevo y propio, algo con mucho valor, se multiplicó gracias a esos tres maestros que habían creído en ellos y se negaron a someterles a la domesticación o la repetición alienante a la que frecuentemente se les somete. Ya no eran hijos a los que buscar un aparcamiento o un entretenimiento, eran sujetos de los que se podía esperar cada día más.
En el contexto social, por el evidente mérito de sus creaciones, abrió una vía de reconocimiento a través de su trabajo que les dignificaba al extraerlos del mundo al que se creía reducido el minusválido psíquico, el del acto puramente manual y repetitivo donde el sujeto, sus potencialidades, su personalidad, sus fantasías y sus deseos no intervienen apenas en su tarea.
En las paredes de mi consulta cuelga una pequeña parte de las obras que se presentaron en aquella exposición y cada día recuerdo a aquellos hombres y mujeres que creyeron en sí mismos y disfrutaron con la realización de sus obras, y recuerdo a los que fueron los artífices de su transformación subjetiva.



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