Muchas veces las personas que
acuden a una consulta psicológica expresan el temor a que se les cambie su
forma de ser o su propio ser. Consideran que, para cambiar lo que les afecta y
les hace sufrir, sus síntomas, el psicólogo ha de cambiarles o modelarles a su
antojo. Pero ningún tratamiento psicológico, que no consista en la manipulación
del sujeto, cambiará nada de la forma de ser de su paciente. Lo que se cambia
en un tratamiento psicológico es la posición que ocupa el sujeto ante lo que le
ha afectado en la vida o ante los personajes relevantes de su historia, de
forma que, al cambiar de posición, la perspectiva que se tiene del problema es
mucho más clara y le permite operar con lo que ve. Para explicar esto se puede
recurrir a un ejemplo muy gráfico: hay un cuadro, Los embajadores, de Holbein el Joven, que, cuando se mira de
frente, se ve a unos personajes ricamente ataviados y entre los que median
diferentes objetos. A sus pies, como flotando, hay un objeto que no se puede
identificar. Pero, si miras ese objeto desde un punto determinado, en un cierto
ángulo, lo que ves en que se trata de un cráneo, una calavera. Cuando estás de
frente da igual si eres listo o tonto, atrevido o cobarde; da lo mismo el
tiempo que quieras pasar ante el cuadro ni lo que te maldigas por ser incapaz de
ver esa calavera que te pueden haber dicho que existe: sea como sea, tengas las
cualidades que tengas, de frente nunca la verás. Será cuando cambies de
posición que la veas fácilmente, como cualquiera. El estudio de perspectiva del
pintor, anamorfosis (imagen producida mediante un procedimiento óptico, por
ejemplo el envés de una cuchara), nos asombra y se puede comparar a la
imposibilidad de nuestra mirada directa para ver ciertas conductas, afectos o
pensamientos que han dirigido nuestra vida. Con lo que se encuentra todo sujeto
en un tratamiento psicológico es con los momentos de ceguera que, en nuestra
mente, hemos tenido respecto a ciertos episodios de nuestra vida. Cambiar esa
ceguera por la posibilidad de ver y entender lo que ha determinado nuestra existencia
solo se puede hacer cambiando de posición, no haciéndonos otros, ni aunque sea
a gusto de quien nos escucha.
Por tanto, en vez de deformar su
ser ―anamorfosis―de acuerdo a nuestros criterios de salud o de normalidad, como
psicólogos lo que buscamos es que el sujeto pueda ver dónde deformó su ser o,
dicho de otra forma, por qué lo percibe deforme. No se
trata de cambiar al sujeto, de hacerle otro, sino de ayudar a que se conozca y,
recuperando lo que mantiene escindido o apartado de sí, sea más él mismo.
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