Proponer de entrada la falta de fórmulas para alcanzar la felicidad es lo que considero más coherente con lo que llevo obteniendo de mi trabajo como psicólogo a lo largo de los años: cada persona tiene su forma particular y única de acercarse a esa pretensión, ser feliz, que es el motivo último por el que cualquiera se aproxima a la consulta de un psicólogo.
Que
el anhelo de felicidad está presente en cada ser humano es evidente, pero que
los caminos para alcanzarla no son tan fáciles ni accesibles para todos es aún
más evidente. Son tantas los factores que influyen en el estado anímico o psicológico
que no es muy difícil que alguno de ellos se oponga al logro de esa felicidad.
El contexto afectivo y las circunstancias
sociales, económicas y culturales en las que naces; las relaciones familiares o
escolares que marcan tus primeros pasos; los encuentros o desencuentros con las
personas importantes de tu vida; los éxitos o fracasos escolares, o más tarde
los laborales -no digamos los amorosos-; los accidentes o pérdidas con los que
cada cual se encuentra en su recorrido vital; las carencias fundamentales en lo
económico o en lo emocional, y otro sin fin de factores que podíamos enumerar
hacen que la felicidad no sea algo permanente ni fácil ni para lo que nadie
pueda prometer una fórmula mágica.
Aunque a alguna persona le pueda servir las
propuestas que diferentes autores proponen para ser felices (el aquí y ahora,
ser positivo,...), habitualmente las propuestas que se realizan desde una
posición de saber para ofrecérselas a cuantos no saben, se acaban convirtiendo
en imperativos que no sólo no dan la felicidad sino que te hacen sentir siempre
en inferioridad por no saber seguir las consignas que esos autores dan y que
parecen tan fáciles.
En un tratamiento psicológico también se busca que
el sujeto deje de sufrir y sea feliz, pero el camino que se ofrece no son
fórmulas magistrales, conocimientos infalibles ni nada de lo que el psicólogo
se pueda considerar dueño. Lo que se ofrece es un trabajo que, al alcanzar el
saber sobre la verdad que escribe con sus síntomas y liberar así el sufrimiento
asociado a ellos, permite al sujeto elegir o construir sus propias fórmulas o
propuestas de felicidad. Si hay algo apasionante es recorrer los espacios
emocionales, la memoria histórica y los lazos lógicos que han llevado a
una persona a verse atrapada en cualquiera de los malestares psicológicos que
todos conocemos. Recorrerlos y deshacer nudos, liberar deseos, abrir vías al
amor para que, desde la elaboración personal, alcanzar una fórmula personal e
intransferible de la felicidad.
Como en un collage, dependerá de cómo se
ordenen nuestros trozos de historia, nuestras faltas, nuestros encuentros,
nuestros anhelos y nuestras potencialidades para que la figura que resulte
tenga sentido y sea reconocible tanto para uno mismo como para los demás o sea
algo que nos sume en el miedo o la angustia. El psicólogo ha de ayudar a que el sujeto reescriba su historia para evitar esa angustia.
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